jueves, 27 de noviembre de 2008

Mi alma perdida

Se acabaron las ilusiones;
A las puertas espera la noche.
Se terminaron los sueños y, en el olvido, amenazan morirse.
Se despidieron los anhelos que, con mimo, alentaban pasiones.
Y de mi calma se arrancaron reproches,
que hoy al no hallarlos ensueño, que las musas quisieron irse.

¡Qué tarde sale la luna!
A las puertas aguarda la senda.
Sabiéndome vencido camino y, en los pies, se presagian las llagas.
¡Qué tarde amanecen los llantos! Que, sin verlos, mecían la cuna.
Y la esperanza es ahora leyenda,
que hoy al saber mi destino, maldigo que los dioses quemaran mis alas.

¿Cómo debo deshojar los pétalos?
A las puertas afloran las dudas.
Pellizcar con los dedos intento y, en el bosque, acechan temores.
¿Cómo debo aguantar mi penuria? Que, pisionera, permanece en mis dédalos.
Y en el corazón, arterias viudas,
que hoy tan sólo lamento, que ya no me queden amores.

Deberé afilar el acero;
A las puertas se burla el gigante.
Un viejo yelmo porto y, sin embargo, desnudo llevo el pecho.
Deberé encajar el golpe que, del cielo, caerá severo.
Y tras la lucha el devenir errante,
que hoy imagino absorto, que los infiernos están en mi lecho.

Se apagarán las luces;
A las puertas se cierne la nada.
La muerte en la soledad aparece y, en el recuerdo, perdura la vida.
Se evaporarán las cenizas que, en el tiempo eternas, prometían las cruces.
Y la sangre bombeará helada,
que hoy cuando el cuerpo perece, encuentro mi alma perdida.