¿Cuál es la diferencia entre literatura y periodismo? Según Manuel Rivas en lo único que debe diferenciarse un texto ficticio de otro real es en que, en el segundo, sus protagonistas deben aparecer en el registro civil.
La sensación de hojear las páginas de un libro recién comprado es muy parecida a la impresión agradable que experimenta cualquier persona ojeando el periódico del día. Cuadernos escritos en formatos diferentes pero que buscan un mismo fin: contar algo. Así debía de pensar el gallego Manuel Rivas cuando asistía a las interminables clases de periodismo. Aburridas, cuando el profesor insistía en la objetividad de los datos, en los textos desalmados. Interesantes, cuando el magistrado alentaba el talento del alumno, aumentando la ansiada libertad. ¿Podemos contar la ficción con herramientas periodísticas? Nadie lo discutiría. Entonces si podemos hacer anodina la novela, ¿Por qué no enganchar al lector a la realidad con la pluma de los cuentos?
Esto es lo que evidencian los 59 artículos, crónicas y reportajes que componen El periodismo es un cuento. No se reúne lo mejor de un columnista, sino que se muestra un estilo periodístico alejado de la facultad, de la propia escuela, de los tópicos y el encorsetamiento de la profesión. Rivas relata para que su texto se lea, interese y sea recordado, porque, como acierta a decir él, “lo que nunca olvidaremos de los periódicos es lo que tienen de buena literatura”. Leyendo La triste historia de Eva reparas en un suceso mucho más humano, trágico y cercano que el conjunto de estadísticas que suelen acompañar los diarios. Repasar los naufragios na Costa da Morte puede ser un ejercicio histórico tedioso en la lectura, si el escritor no se preocupa en mostrar el ambiente, en contar las leyendas y dibujar pequeñas historias anónimas que forman en nuestra conciencia un todo y nos informan de igual manera.
¿Qué es lo que hace que merezca la pena la redacción de una noticia? Para Rivas los pies de foto de Alvaro Cunqueiro ya justificaban las portadas de La voz de Galicia. La obsesión del autor por desenmarañar el porqué de las noticias es lo que llena de encanto sus párrafos. Lo que te transporta a la Galicia de las meigas, a los cuentos labrados por el tiempo ante el calor de las llamas de una hoguera.
Es un libro recomendable, que se dirige a todos, pero que hurgará en el fondo de tu alma si eres ese hombre amnésico que ya no recuerda por qué comenzó su carrera periodística. Alimenta más el debate entre realidad y ficción, entre la objetividad periodística, entre lo que debe ser literatura y lo que no. Al menos nadie podrá criticar a Rivas que lo que dice no es cierto, que lo que cuenta no es una hermosa realidad.